· 

Las hadas del aprendizaje

Aprender es lo que hacemos constantemente desde que nacemos.

 

El aprendizaje ocurre de una determinada manera, siempre.

 

No es casual o por azar sino que sigue un proceso neurológico claro.

 

Saber y conocer cómo ocurre este proceso de aprender nos abre un horizonte muy amplio para poder ayudar a nuestros niños en su camino de desarrollo.

 

Y claro, ¡también nos sirve a nosotras!

 

Porque convivir con niños crea una situación de constante aprendizaje por nuestra parte: por un lado aprender en cada momento de evolución del niño, a ajustar nuestro comportamiento a sus nuevas habilidades. Por otro lado, si estamos atentas, su inocencia y naturalidad nos recuerdan lo verdaderamente importante de la vida. Gozar del momento presente, concentrarse absolutamente en lo que están haciendo, ser inmunes a temores y preocupaciones (esto es ¡tan “adulto”!), decir la verdad de lo que sienten…Los niños son los grandes sabios en tamaño pequeño…

 

Hoy quiero hablaros sobre los tres elementos básicos que se necesitan para que ocurra un aprendizaje. Son: la Motivación, el Refuerzo y la Consistencia.

 

Si no hay un estímulo que nos mueva hacia algo, nos quedamos sentados. Por ejemplo: estás viendo una película en la televisión que capta tu atención, estás concentrada en lo que pasa. Sientes algo de hambre pero no te quieres perder ni un minuto de la historia para ir a prepararte algo de comer. Te quedas sentada viendo tu película. La motivación para ir a comer es mucho menor que la motivación para saber cómo acaba la historia que estás viendo.

 

Ahora imaginemos que el hambre es muy grande porque hoy no te dio tiempo a almorzar como es debido, solo comiste un poco de pan con algo. Ahora es de noche y aunque la película te interesa mucho, tienes tanta hambre que no puedes concentrarte en  la película. Así que te levantas y corres a la cocina y en un momento te preparas algo y vuelves a tu película (aunque te hayas perdido algunas escenas). La motivación para comer es mucho más alta que la motivación para saber qué va pasando en la película.

 

Muchísimas veces el niño no aprende porque no somos capaces de activar su motivación. Y si no siente ganas de aprender/hacer algo en concreto, pues no lo aprenderá. Incluso puede hacer los gestos o acciones que tocan para aprender algo, pero no los interioriza, no los añade a sus habilidades. Por ejemplo: aprender a cepillarse los dientes. El hecho de mantener la higiene bucal para el niño no tiene ningún sentido (no lo comprende aún). Obligarlo, provoca rechazo en él y ganas de evadir estos gestos. Así que la mejor manera de enseñarle esto es… ¡Descubrir una motivación que le sirva a él!

 

Para saber la motivación que funciona para alguien, hay que conocer a este alguien. Así que hemos de observar al niño para conocer qué es lo que a él le mueve y lo que no. Por ejemplo, si le gustan los sabores diferentes podemos probar distintos sabores de la pasta de dientes y que elija con cuál puede cepillarse. Si le motivan los retos, podemos retarle a que se cepille más rápido (que tú), o incentivarlo subiéndolo a un taburete y que mire al espejo, se fije en la espumita de la pasta de dientes. Podemos cantar una canción que le guste mientras se cepilla los dientes y si para, detenemos la canción…La imaginación es infinita…

 

Cuándo sabemos observar y entonces podemos descubrir los estímulos que funcionan para cada niño, podemos usarlos para guiar su motivación, su capacidad de moverse para aprender. Pero no es suficiente. Con la motivación no se completa el aprendizaje. Hacen falta más cositas. Ahora hablemos del Refuerzo.

 

Si no obtenemos algo por la acción que hacemos, la motivación se diluye y dejamos de hacer ese comportamiento. El refuerzo y la motivación van unidos. En el caso del cepillado de dientes, el refuerzo puede ser, el propio sabor de la pasta de dientes, el ser más rápido, escuchar la canción que le gusta… Estos son los reforzadores primarios, aquello que de inmediato obtienes por hacer algo. Más adelante, en otro artículo hablaré más sobre cómo usar programas de reforzamiento para modificar conductas, pero hoy nos quedaremos con esto.

 

Para motivar a aprender, con el refuerzo primario tampoco es bastante. Tenemos que irlo asociando a un tipo de reforzador generalizado, uno que sirva siempre y para todo. ¿Os imagináis cuál puede ser?

 

Pues… ¡la atención!

 

Sí, tener la atención de alguien es lo que con más fuerza nos ayuda a aprender. Así que a la vez que vamos motivando con el refuerzo primario, vamos a asociarlo con nuestra atención. Por ejemplo: “qué contenta estoy de que aprendas tan rápido a cepillarte los dientes”, “qué bien que lo haces”, y se lo decimos mirándolo a los ojos y que él nos mire mientras lo decimos. Y claro, aprovechamos y sonreímos y le damos un pequeño toque de cariño en el hombro, o un suave besito en la mejilla.

 

Poder usar la atención que le prestas al niño para ayudarlo a aprender, es maravilloso ¿no crees?

 

El último concepto de hoy es la Consistencia.

 

Sin darnos cuenta, muchas veces estamos diciéndole al niño cosas contrarias, opuestas. A veces les dejamos saltar sobre la cama y jugar con los almohadones, y otras veces les reñimos por estar haciendo lo mismo que otras veces les permitimos. Esa contradicción interfiere en el aprendizaje porque confunde al niño ¿cuándo hacer algo y cuándo no?

 

De manera que hemos de ser conscientes de las consecuencias que tienen para el niño las cosas que permitimos. Hemos de pensar más sobre ello, en lugar de dejarnos llevar por los sentimientos del momento. Por ejemplo, hemos pasado una tarde estupenda y creemos que no pasa nada porque hoy jueguen encima de la cama, salten y tiren por el aire las almohadas. Pero sí que pasa. Porque ellos lo querrán repetir y puede que lo hagan en un momento que entonces, consideraremos inapropiado, inoportuno, incorrecto.

 

Cuando somos consistentes, es decir, cuando hay coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos y esta coherencia se mantiene, ayudamos a que los niños aprendan mejor y más rápidamente.

 

Seguro que después de leer todo esto te das cuenta de que estar con niños nos obliga a replantearnos muchas cosas de nuestro propio comportamiento. Pues sí. Una buena madre (o padre)  es aquella que sabe que no lo sabe todo y está dispuesta también a aprender junto con su niño.

 

Ya sabéis, si os gusta compartid y haced comentarios que gustosamente los respondo.